ENSAYO

11/21/2006

Título: .......................................

Era un día de lluvia, esos que dan pena, que no quieres salir y solo tienes ganas de quedarte en tu casa y sobre todo, si el día anterior te enteraste de algo horrible. Mi madre que había muerto hace dos años, había sido asesinada y no por cualquier persona, no, por mi padre. Durante estos dos años habían tratado de encontrar al asesino, hasta que lo lograron, y lo peor de todo, es que está suelto, prófugo y una persona fuera de juicio suelta, es peligrosa. Tengo miedo, si pudo hacerlo con mi madre, por qué no conmigo. Y lo peor de todo, es que la persona con que vivo es mi abuela que no está en condiciones para defenderme, me siento sola y no sé qué hacer.
Mi padre había desaparecido un par de días antes porque la situación con mi mamá no eran las mejores, el ambiente nunca fue el mejor para mí, a pesar de la buena relación que tenía con ella y de lo mucho que nos queríamos, crecí con peleas y gritos que todavía están grabados en mi memoria y no he podido olvidar. Cuando por fin se fue, para mi fue un alivio, por fin todo se había terminado, pero no, lo peor había empezado.
Mi padre nunca me dejaba salir de mi casa, incluso me encerraba en mi pieza y me dormía, según él, era para conversar tranquilos con mi madre, pero sé que no era para eso, porque más de una vez desperté por los gritos, me paraba para saber qué pasaba y ahí estaba él golpeándola, mi mamá decía que era un juego, que yo era muy chica para jugar, de ingenua le creía, pero ahora pienso en cómo pude ser tan ciega y no darme cuenta de lo que pasaba, tal vez si hubiera hecho algo por ella, no estaría acá, llena de odio, me desconozco porque yo no era así, pero creo que todo esto llegó demasiado lejos, no me iba a quedar de brazos cruzados como lo hice antes, ahora no, debía hacer justicia.
Cada vez se hacen más fuertes los recuerdos de aquél día, porque era un día como hoy, oscuro, tormentoso. Unas semanas después de que mi padre se había ido, fue a, supuestamente, saber cómo estábamos, estaba cambiado, incluso me había obligado a salir de mi casa, con la excusa de que fuera a hacer nuevos amigos, así que me fui a jugar con mi vecina. Me pareció extraño porque muy pocas veces él me dejaba salir de casa. Se empezó a hacer tarde así que decidí volver, pero definitivamente me hubiera gustado nunca haber vuelto, porque al entrar en mi casa, vi lo peor que había visto, estaba mi madre, tirada en el suelo, rodeada de sangre. Me acerqué a ella, le pregunté si esto era parte de su juego, pero no respondía, qué podía hacer yo, con diez años, si mi madre era lo único que tenía.
Han pasado dos años desde entonces. La noche está extraña, me dan ganas de salir, buscar a mi padre y matarlo, antes de que él lo haga primero, además no tengo nada que perder, que me lleven a la cárcel por esto, incluso, ahí estaría mejor. Tenía el presentimiento de que lo encontraría, así que decidí ir por él y hacer justicia, sabía que mi madre estaría orgullosa.
Caminé por el bosque, para llegar a la ciudad hay que caminar un par de horas. Este bosque me había dado miedo toda mi vida, pero ahora nada me podía importar menos. Tenía que encontrarlo.
Necesité descansar un momento, el cansancio no me dejaba caminar. Me recosté en el suelo, cerré los ojos y de pronto sentí que algo estaba detrás mío, tenía que pararme, abrí los ojos y ahí estaba, mi peor pesadilla, mi padre, el hombre que me había quitado todo. No sabía qué hacer, me miró con una cara que nunca antes se la había visto, quería llorar, tenía los ojos brillantes, no pude resistirme y tuve que correr a abrazarlo, porque tenía los brazos abiertos. Fui hacia él, lo abracé lo más fuerte que pude, como nunca antes lo había hecho, pero sentí ese calor de un padre, esa acogida, y realmente no sabía en lo que estaba pensando, porque por un momento pensé en cómo podía matar a ese hombre, que tal vez estaba arrepentido de todo, y yo por un minuto pensé en perdonarlo, a pesar de que no me digiera nada. Pero de pronto sentí algo que me dolía y mucho después vino un frío, pensé que me congelaba, no podía moverme, pero ese dolor seguía y cada vez más fuerte, sentí algo mojado correr por mi cuerpo, lo solté, lo miré a los ojos, pero él no pudo mirarme. Miré sus manos, y estaban todas ensangrentadas, toqué mi espalda y caí al suelo.
Daniela Toro IIIC

1 Comments:

Publicar un comentario

<< Home