ENSAYO

11/22/2006

Un error, mi condena

No sé qué pasó, ni cómo pasó… Fue todo tan rápido, que aún no entiendo.

Conocí a Andrés en el 2000 cuando yo tenía 22 y él tenía 24, todo parecía perfecto el tiempo que estuvimos pololeando. Nos casamos a principios del 2004 y hasta finales del 2005 nunca tuvimos ninguna pelea. Éramos un matrimonio perfecto, o al menos eso parecía. Un día, me empecé a dar cuenta que Andrés estaba cambiando, que ya no le gustaban las mismas cosas que antes y que ya no me miraba de la misma forma.

Pensé que había sido algo del minuto, o que estaba cansado y no quería hablar, pero esta actitud comenzó a perdurar. Pasaron dos meses en que estuvimos peleando todos los días porque él estaba extraño y eso me molestaba mucho.

Una noche, me aburrí de su comportamiento y llamé a la Antonia para que fuéramos a tomar algo a un pub. Yo sabía que ella no me iba a negar mi invitación ya que acaba de terminar una relación de tres años con Miguel.

Luego de haber tomado bastante, se nos acercaron dos hombres, de aproximadamente treinta años. Uno de ellos resultó ser mi pololo cuando tenía 15. Nos quedamos conversando los cuatro, y cerca de las tres de la mañana nos despedimos de ellos y nos fuimos. Antes de irme, Cristóbal me pidió mi teléfono y no me atreví a decirle que era casada. Me llamó unos días después para invitarme a almorzar, no le negué la invitación y le dije a Andrés que iba a salir con mi hermano a comprar unos regalos para sus hijos. Fuimos a almorzar a un restaurante en el barrio Bellavista, conversamos de su vida y de la mía. Tuve que mentirle acerca de algunos temas para que no descubriera que estaba casada. Le dije que había pololeado hasta el año pasado, pero que habíamos terminado porque las cosas no daban para más.

Seguimos viéndonos por un tiempo más y las cosas comenzaron a ser más serias. Él me invitaba a comer con su familia, a museos, exposiciones e incluso a sus comidas de oficina. Cuando estaba con él, no pensaba en nada más que en la relación que estábamos empezando y de lo feliz que me sentía. Me di cuenta que era una felicidad que no sentía desde el año en que me casé con Andrés.

Me sentía demasiado confundida, por un lado cada día que pasaba, me enamoraba más de Cristóbal, pero a la vez no me sentía capaz de terminar mi relación con Andrés porque en el fondo igual lo quería y tenía miedo de perderlo.

Estuve seis meses mintiéndole a Cristóbal e inventando historias cada vez que quería ir a mi casa, o a alguna comida familiar, siempre tenía una excusa para decirle.

Por otro lado con Andrés también fue difícil, porque él notó mi indiferencia y comenzó a cambiar su actitud frente a mí, a volverse cada vez más cariñoso y más detallista, cosas que había perdido hace mucho tiempo.

La situación se tornaba cada vez más complicada y ahí estaba yo, en medio de la nada, sin saber que hacer ni que decir. A quién decirle la verdad y con quién terminar todo. Por una parte tenía a Cristóbal, mi amante, al cual comencé a amar sin darme cuenta y sin esperarlo, fue él quien llegó en un minuto difícil de mi vida, y que me acepta tal cual como soy, y no tiene miedo de enfrentarme o de contarme sus problemas conmigo. También está Andrés, mi marido, con el que llevo casi tres años de matrimonio y un proyecto de vida armado desde hace 6 años.

Por lo mismo, la situación se me fue de las manos y tenía que pedir ayuda. Como la Antonia ha sido mi mejor amiga desde hace trece años, le pedí consejos. Ella es la única que sabe sobre mi situación actual y todo lo que he vivido con ambos. Estuvimos largas horas conversando y viendo que sería lo mejor para todos, y decidí contarle la verdad a Cristóbal y divorciarme de Andrés, porque es Cristóbal el hombre que siempre he buscado y es él quien me hace feliz.

Al día siguiente, hablé con Cristóbal y le conté todo lo que me había pasado este último tiempo, pero que a pesar de haberle mentido, no quiero perderlo. Le costó muchísimo entender mi situación y ponerse en mi lugar, pero luego de una semana me dijo que me amaba y él tampoco quería perderme, por lo que iba a esperar que yo hablara con Andrés para ahora sí poder estar juntos.

Me armé de valor y le pedí a Andrés el divorcio. Le dije que nuestra relación no iba bien y que realmente no quería solucionar los problemas porque sentía que él no ponía de su parte nunca. Me preguntó si era por alguien más, si le pedía que nos divorciáramos porque había conocido a otro hombre. No pude mentirle, le dije que si pero que no era por eso que quería terminar la relación. Él, enojado, se fue de la casa y me dijo que quería saber el nombre de mi amante. Le conté toda la historia… fue el peor error de mi vida. Al día siguiente me despierto, prendo la televisión y justo estaban dando las noticias, hablaban de un supuesto asesinato ocurrido esa misma madrugada en un departamento ubicado en Vitacura. Muestran la fotografía del asesinado y me doy cuenta que era Cristóbal, y que lo había matado un hombre de 31 años por una razón que todavía desconocen. Ese hombre, era Andrés. Lo metieron en la cárcel y le dieron cadena perpetua. Han pasado cinco días y todavía no lo asimilo.

Paso el día encerrada en mi casa, pensando en todo lo que pasó debido a mis mentiras, a no haber actuado correctamente desde el principio. Ahora veo las consecuencias de todo lo que hice. Ahora sé realmente, lo que es el amor y todo lo que implica estar enamorada. Le agradezco a Cristóbal por todo el amor que me entregó y le pido perdón por haber sido tan inmadura y no afrontar las cosas desde el principio.


Macarena Müller

IIIºC

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