Defensa del pecado
Cuando el mayor pecado es considerarse virtuoso.
Vivimos en un mundo polarizado, donde nos guste o no, las ideas tienden hacia dos corrientes de pensamiento, tan opuestas entre sí, que difícilmente vemos la conexión entre estas. Desde un comienzo, el ser humano ha catalogado el mundo con una conceptualización bastante clara: bien y mal. Siguiendo este orden de cosas, obtenemos más tarde los frutos de cada una de estas fuerzas: virtud y pecado, correspondientemente.
Debido a un concepto que llamamos moral: “Perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia.” (RAE) nos encontramos calificados para ordenar en un sistema totalitario nuestras acciones, y por qué no, las del resto.
Es de esta forma como se llega al concepto de los Pecados Capitales, nombrados así por Santo Tomás de Aquino. Los pecados capitales son siete, y su clasificación se debe a que se consideran originadores de otros vicios menores, pero no por ello, menos importantes a la vista crítica de la sociedad. Estos pecados, podrían considerarse extremos y hasta absurdos, sin embargo, no es en ellos, sino que en uno mucho más común y corriente del que voy a hablar, que debido a su naturaleza, debería considerarse como "natural" de la personalidad: egoísmo.
El egoísmo se define como: “Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.” (RAE) Tomando esta definición, puedo preguntar ¿y qué tiene eso reprochable? Si el hombre no hubiera sido egoísta, en estos momentos podríamos estar seguros de que la raza humana, ya estaría extinta.
El deseo de vivir, ha sido la razón que más ha movido a los humanos a través de los años. Si no hay vida, las ambiciones pasan a valer nada, por lo tanto, lo primero que el hombre busca es: asegurar su propia vida, ya que su única certeza, es que un día va a morir. Esto explica, porque desde un principio, el hombre ya es egoísta, pues buscar su propia supervivencia es pensar en nadie más que en sí mismo.
El pecado se ha visto constantemente mancillado y utilizado de distintas formas, para destruir a las personas. Los pecados se detectan, y por lo tanto castigan, con mucha más rapidez y severidad que las virtudes, ya que cada hombre siente el deber de hacerle notar al otro sus faltas, para esconder las propias.
Mientras que una buena acción, sin tomar en cuenta los motivos que tenga, puede pasar desapercibida, pues se considera como la conducta correcta, el pecado inmediatamente resaltará, sin darle tiempo a su ejecutor de excusarse o explicar su proceder antes de ser juzgado. ¿Es esto justo?
Llamaremos virtud, a las acciones que van dirigidas hacia el bien del otro, con un carácter desinteresado de parte del ejecutor. En oposición a esto, llamaremos pecado a las acciones egoístas cuyo fin es en propio beneficio del ejecutor, sin tomar en cuenta el daño que pueda ejercer al prójimo.
¿Qué es una acción desinteresada? Una acción desinteresada es aquella que se lleva a cabo pensando solamente en el otro, sin importar yo.
Por principio, toda acción tiene consecuencias, y toda consecuencia tiene su lado bueno y su lado malo. Por lo tanto, cuando se plantea que una acción es desinteresada, se está escondiendo con palabras, el propio egoísmo tras nuestros actos. ¿Qué significa esto? Muy simple, así como no existe algo como una acción que no reporte un beneficio propio, tampoco existe un concepto, tal y como lo entendemos, de virtud. Pues con egoísmo, no puede haber virtud, los que nos deja en una problemática.
Por lo anteriormente sostenido, el hombre no es capaz de obrar sin pensar en sí mismo, por lo tanto, no tiene la capacidad de ser completamente desinteresado lo que lo lleva a la imposibilidad de ser virtuoso. ¿Y entonces por qué condenamos al pecado si no somos capaces de obrar según su contrario? Por hipocresía. Sostenemos ser rectos, pretendemos ser altruistas y aún así seguimos sin admitir que detrás de todo aquello, se esconde el egoísmo.
Como un ejemplo de ello, pondremos un acto tan bien mirado por los ojos de la sociedad, que rápidamente es catalogado de virtuoso: donación de órganos. ¿Qué razón puede impulsar a una persona a donar un órgano? En el caso de que este pueda salvar a un ser querido, es un acto egoísta, pues se hace con el único motor de cumplir los propios deseos, que efectivamente, son evitar que el otro siga enfermo o en consecuencia muera. Cuando hablamos de una donación de órganos de alguien que ha muerto, el acto puede ser aún más egoísta, ya que la persona dona sus órganos cuando éstos ya no tienen valor para él/ella ¿y qué virtud se encuentra en tal acto? No es desinterés, es practicidad.
Mas, en este caso, el egoísmo no implica, maldad, por lo tanto no podríamos llamarlo pecado, ya que como anteriormente fue dicho el pecado es la acción egoísta cuyo fin va en beneficio de su ejecutor, sin tomar en cuenta el daño a terceros. Sin embargo, en el ejemplo anterior, no se produce daño a terceros, sino que beneficio, salvar la vida de un ser humano, lo que es un acto virtuoso, pero a la vez ¿malo?
No.
El egoísmo no implica pecado, así como tampoco implica maldad. El egoísmo es la simple expresión de los deseos humanos, orientados a una mejora en la vida de cada uno. Ser egoísta no significa una conducta censurable, sino que altamente entendible, al estar dirigida al bienestar. De no ser egoístas, no podríamos considerarnos ambiciosos, y la carencia de ambición nos llevaría a una vida plana, y considerablemente más atrasada, ya que los grandes descubrimientos que se han hecho a través de los años, todos impulsados por una ambición de conocimiento y entendimiento, no existirían.
“Egoísmo bien entendido es filantropía bien aplicada” Constancio C. Vigil.
Vivimos en un mundo polarizado, donde nos guste o no, las ideas tienden hacia dos corrientes de pensamiento, tan opuestas entre sí, que difícilmente vemos la conexión entre estas. Desde un comienzo, el ser humano ha catalogado el mundo con una conceptualización bastante clara: bien y mal. Siguiendo este orden de cosas, obtenemos más tarde los frutos de cada una de estas fuerzas: virtud y pecado, correspondientemente.
Debido a un concepto que llamamos moral: “Perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia.” (RAE) nos encontramos calificados para ordenar en un sistema totalitario nuestras acciones, y por qué no, las del resto.
Es de esta forma como se llega al concepto de los Pecados Capitales, nombrados así por Santo Tomás de Aquino. Los pecados capitales son siete, y su clasificación se debe a que se consideran originadores de otros vicios menores, pero no por ello, menos importantes a la vista crítica de la sociedad. Estos pecados, podrían considerarse extremos y hasta absurdos, sin embargo, no es en ellos, sino que en uno mucho más común y corriente del que voy a hablar, que debido a su naturaleza, debería considerarse como "natural" de la personalidad: egoísmo.
El egoísmo se define como: “Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.” (RAE) Tomando esta definición, puedo preguntar ¿y qué tiene eso reprochable? Si el hombre no hubiera sido egoísta, en estos momentos podríamos estar seguros de que la raza humana, ya estaría extinta.
El deseo de vivir, ha sido la razón que más ha movido a los humanos a través de los años. Si no hay vida, las ambiciones pasan a valer nada, por lo tanto, lo primero que el hombre busca es: asegurar su propia vida, ya que su única certeza, es que un día va a morir. Esto explica, porque desde un principio, el hombre ya es egoísta, pues buscar su propia supervivencia es pensar en nadie más que en sí mismo.
El pecado se ha visto constantemente mancillado y utilizado de distintas formas, para destruir a las personas. Los pecados se detectan, y por lo tanto castigan, con mucha más rapidez y severidad que las virtudes, ya que cada hombre siente el deber de hacerle notar al otro sus faltas, para esconder las propias.
Mientras que una buena acción, sin tomar en cuenta los motivos que tenga, puede pasar desapercibida, pues se considera como la conducta correcta, el pecado inmediatamente resaltará, sin darle tiempo a su ejecutor de excusarse o explicar su proceder antes de ser juzgado. ¿Es esto justo?
Llamaremos virtud, a las acciones que van dirigidas hacia el bien del otro, con un carácter desinteresado de parte del ejecutor. En oposición a esto, llamaremos pecado a las acciones egoístas cuyo fin es en propio beneficio del ejecutor, sin tomar en cuenta el daño que pueda ejercer al prójimo.
¿Qué es una acción desinteresada? Una acción desinteresada es aquella que se lleva a cabo pensando solamente en el otro, sin importar yo.
Por principio, toda acción tiene consecuencias, y toda consecuencia tiene su lado bueno y su lado malo. Por lo tanto, cuando se plantea que una acción es desinteresada, se está escondiendo con palabras, el propio egoísmo tras nuestros actos. ¿Qué significa esto? Muy simple, así como no existe algo como una acción que no reporte un beneficio propio, tampoco existe un concepto, tal y como lo entendemos, de virtud. Pues con egoísmo, no puede haber virtud, los que nos deja en una problemática.
Por lo anteriormente sostenido, el hombre no es capaz de obrar sin pensar en sí mismo, por lo tanto, no tiene la capacidad de ser completamente desinteresado lo que lo lleva a la imposibilidad de ser virtuoso. ¿Y entonces por qué condenamos al pecado si no somos capaces de obrar según su contrario? Por hipocresía. Sostenemos ser rectos, pretendemos ser altruistas y aún así seguimos sin admitir que detrás de todo aquello, se esconde el egoísmo.
Como un ejemplo de ello, pondremos un acto tan bien mirado por los ojos de la sociedad, que rápidamente es catalogado de virtuoso: donación de órganos. ¿Qué razón puede impulsar a una persona a donar un órgano? En el caso de que este pueda salvar a un ser querido, es un acto egoísta, pues se hace con el único motor de cumplir los propios deseos, que efectivamente, son evitar que el otro siga enfermo o en consecuencia muera. Cuando hablamos de una donación de órganos de alguien que ha muerto, el acto puede ser aún más egoísta, ya que la persona dona sus órganos cuando éstos ya no tienen valor para él/ella ¿y qué virtud se encuentra en tal acto? No es desinterés, es practicidad.
Mas, en este caso, el egoísmo no implica, maldad, por lo tanto no podríamos llamarlo pecado, ya que como anteriormente fue dicho el pecado es la acción egoísta cuyo fin va en beneficio de su ejecutor, sin tomar en cuenta el daño a terceros. Sin embargo, en el ejemplo anterior, no se produce daño a terceros, sino que beneficio, salvar la vida de un ser humano, lo que es un acto virtuoso, pero a la vez ¿malo?
No.
El egoísmo no implica pecado, así como tampoco implica maldad. El egoísmo es la simple expresión de los deseos humanos, orientados a una mejora en la vida de cada uno. Ser egoísta no significa una conducta censurable, sino que altamente entendible, al estar dirigida al bienestar. De no ser egoístas, no podríamos considerarnos ambiciosos, y la carencia de ambición nos llevaría a una vida plana, y considerablemente más atrasada, ya que los grandes descubrimientos que se han hecho a través de los años, todos impulsados por una ambición de conocimiento y entendimiento, no existirían.
“Egoísmo bien entendido es filantropía bien aplicada” Constancio C. Vigil.
Trini Casal
2 Comments:
At lunes, agosto 21, 2006,
LenCom said…
El ensayo me pareció bastante bueno, porque creo que la tesis está muy clara (Si el hombre no hubiera sido egoísta, en estos momentos podríamos estar seguros de que la raza humana, ya estaría extinta.) y creo que a través del texto la afirma con claridad. También me gustó el ejemplo que dio. Pero creo que podría haber profundizado un poco más.
Nota: 68
At domingo, agosto 27, 2006,
Anónimo said…
Hola, Trinidad, creo que es interesante mirar la relación que se da entre pecado y existencia.
Hay a nivel de estructura un par de párrafos inconexos que debes integrarlos a algunos de los otros, pues quedan al margen.
NOTA 6,5
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