Trabajo ¿qué es la literatura?
Mañana se vence el plazo para la entrega del trabajo.
Las notas están puestas en los comentarios a los cuentos y a los ensayos.
Aquellas que aún no hacen el cuento ni el ensayo del libro tendrán un rojo
El Profesor
Al rato después de empezar mi caminata por este camino, empiezo a sentir que alguien me seguía, miré para atrás y me di cuenta que había un hombre de más o menos treinta años con un aspecto físico muy decente y al ver esto me relajo y sigo caminando, pero empiezo a darme cuenta que definitivamente este hombre me estaba siguiendo a mí, porque no había nadie más y él comenzaba a caminar cada vez más rápido. Sin pensarlo dos veces opté por salir corriendo y para mi mala suerte, me tropecé con una piedra que no había visto. El hombre no se descuidó de esto y me atrapa, me tapa la boca y me dice: “quédate callada y haz como si me conocieras”. Otro hombre que salió de una parcela en ese minuto, se percata de esto y decide investigar qué estaba pasando y nos empieza a seguir.
El hombre que me tenía amenazada, me lleva a un lugar muy oscuro, que parecía ser una casa abandonada en la mitad de la nada. Me tira al suelo bruscamente, por lo que yo trato rápidamente de pararme, pero no pude. De forma muy agresiva, saca un cuchillo de una caja y me lo entierra en el brazo. Mientras sangraba, me empieza a tocar lentamente y todo esto termina en una violación. Luego de esto me deja tirada y abandonada y yo sin saber donde estaba empiezo a llorar y a gritar desconsoladamente.
Minutos más tarde, aparece el hombre que se había percatado de la situación y un poco después de este hecho, llega la policía.
Al ver a esa mujer agarrada de un hombre, con cara y voz de desesperación me di cuenta que no lo estaba pasando bien, y que no estaba caminando por voluntad propia, sino que él la estaba obligando. Decidí seguirla, porque sabía que mi misión era salvarla de tal malvado hombre. Llegó a un lugar oscuro y muy sucio. Veo que el hombre le pega a la mujer y la tira al suelo, luego veo que ella estaba sangrando y percibo que aquel hombre la había violado. Sin saber que hacer, llamé a la policía, porque me di cuenta que la situación se me escapaba de las manos.
Tras la salida del hombre, me acerco a la mujer y me doy cuenta que está llorando muy desesperada. Luego de quince minutos de larga espera, llega la policía al lugar. Hablan largo rato con la mujer para que ella pudiera calmarse y explicar con detalles todo lo que había sucedido.
Tras todas las descripciones dadas por aquella mujer, la policía no logra encontrar al hombre. Yo sabía que no podía quedarme sin hacer nada, por lo que decidí ir a buscar a este hombre y así poder enfrentarlo.
Unos pasos más lejos de la casa abandonada, me encuentro con un auto que no había visto nunca antes. Me acerco, y me doy cuenta que el hombre estaba dentro de él. Abro la puerta, lo bajo y sin darle más vueltas al asunto, le disparé.
IIIºC
Conocí a Andrés en el 2000 cuando yo tenía 22 y él tenía 24, todo parecía perfecto el tiempo que estuvimos pololeando. Nos casamos a principios del 2004 y hasta finales del 2005 nunca tuvimos ninguna pelea. Éramos un matrimonio perfecto, o al menos eso parecía. Un día, me empecé a dar cuenta que Andrés estaba cambiando, que ya no le gustaban las mismas cosas que antes y que ya no me miraba de la misma forma.
Pensé que había sido algo del minuto, o que estaba cansado y no quería hablar, pero esta actitud comenzó a perdurar. Pasaron dos meses en que estuvimos peleando todos los días porque él estaba extraño y eso me molestaba mucho.
Una noche, me aburrí de su comportamiento y llamé a la Antonia para que fuéramos a tomar algo a un pub. Yo sabía que ella no me iba a negar mi invitación ya que acaba de terminar una relación de tres años con Miguel.
Luego de haber tomado bastante, se nos acercaron dos hombres, de aproximadamente treinta años. Uno de ellos resultó ser mi pololo cuando tenía 15. Nos quedamos conversando los cuatro, y cerca de las tres de la mañana nos despedimos de ellos y nos fuimos. Antes de irme, Cristóbal me pidió mi teléfono y no me atreví a decirle que era casada. Me llamó unos días después para invitarme a almorzar, no le negué la invitación y le dije a Andrés que iba a salir con mi hermano a comprar unos regalos para sus hijos. Fuimos a almorzar a un restaurante en el barrio Bellavista, conversamos de su vida y de la mía. Tuve que mentirle acerca de algunos temas para que no descubriera que estaba casada. Le dije que había pololeado hasta el año pasado, pero que habíamos terminado porque las cosas no daban para más.
Seguimos viéndonos por un tiempo más y las cosas comenzaron a ser más serias. Él me invitaba a comer con su familia, a museos, exposiciones e incluso a sus comidas de oficina. Cuando estaba con él, no pensaba en nada más que en la relación que estábamos empezando y de lo feliz que me sentía. Me di cuenta que era una felicidad que no sentía desde el año en que me casé con Andrés.
Me sentía demasiado confundida, por un lado cada día que pasaba, me enamoraba más de Cristóbal, pero a la vez no me sentía capaz de terminar mi relación con Andrés porque en el fondo igual lo quería y tenía miedo de perderlo.
Estuve seis meses mintiéndole a Cristóbal e inventando historias cada vez que quería ir a mi casa, o a alguna comida familiar, siempre tenía una excusa para decirle.
Por otro lado con Andrés también fue difícil, porque él notó mi indiferencia y comenzó a cambiar su actitud frente a mí, a volverse cada vez más cariñoso y más detallista, cosas que había perdido hace mucho tiempo.
La situación se tornaba cada vez más complicada y ahí estaba yo, en medio de la nada, sin saber que hacer ni que decir. A quién decirle la verdad y con quién terminar todo. Por una parte tenía a Cristóbal, mi amante, al cual comencé a amar sin darme cuenta y sin esperarlo, fue él quien llegó en un minuto difícil de mi vida, y que me acepta tal cual como soy, y no tiene miedo de enfrentarme o de contarme sus problemas conmigo. También está Andrés, mi marido, con el que llevo casi tres años de matrimonio y un proyecto de vida armado desde hace 6 años.
Por lo mismo, la situación se me fue de las manos y tenía que pedir ayuda. Como la Antonia ha sido mi mejor amiga desde hace trece años, le pedí consejos. Ella es la única que sabe sobre mi situación actual y todo lo que he vivido con ambos. Estuvimos largas horas conversando y viendo que sería lo mejor para todos, y decidí contarle la verdad a Cristóbal y divorciarme de Andrés, porque es Cristóbal el hombre que siempre he buscado y es él quien me hace feliz.
Al día siguiente, hablé con Cristóbal y le conté todo lo que me había pasado este último tiempo, pero que a pesar de haberle mentido, no quiero perderlo. Le costó muchísimo entender mi situación y ponerse en mi lugar, pero luego de una semana me dijo que me amaba y él tampoco quería perderme, por lo que iba a esperar que yo hablara con Andrés para ahora sí poder estar juntos.
Me armé de valor y le pedí a Andrés el divorcio. Le dije que nuestra relación no iba bien y que realmente no quería solucionar los problemas porque sentía que él no ponía de su parte nunca. Me preguntó si era por alguien más, si le pedía que nos divorciáramos porque había conocido a otro hombre. No pude mentirle, le dije que si pero que no era por eso que quería terminar la relación. Él, enojado, se fue de la casa y me dijo que quería saber el nombre de mi amante. Le conté toda la historia… fue el peor error de mi vida. Al día siguiente me despierto, prendo la televisión y justo estaban dando las noticias, hablaban de un supuesto asesinato ocurrido esa misma madrugada en un departamento ubicado en Vitacura. Muestran la fotografía del asesinado y me doy cuenta que era Cristóbal, y que lo había matado un hombre de 31 años por una razón que todavía desconocen. Ese hombre, era Andrés. Lo metieron en la cárcel y le dieron cadena perpetua. Han pasado cinco días y todavía no lo asimilo.
Paso el día encerrada en mi casa, pensando en todo lo que pasó debido a mis mentiras, a no haber actuado correctamente desde el principio. Ahora veo las consecuencias de todo lo que hice. Ahora sé realmente, lo que es el amor y todo lo que implica estar enamorada. Le agradezco a Cristóbal por todo el amor que me entregó y le pido perdón por haber sido tan inmadura y no afrontar las cosas desde el principio.
IIIºC
Ambos niños fueron creciendo, fueron a la escuela juntos y se criaron en los típicos juegos de su edad, como cazar mariposas y sacarles el polvo, recolectar insectos, etc. Pero eso sí, Caco nunca perdía la oportunidad de hacerle algo a su hermano que era, por desgracia, un tanto más pequeño que él y eso lo hacía aprovecharse de él en pequeñas cosas, pero que luego se transformaron en una autoritaridad que a su madre no le gustaba para nada: siempre era Quico quién ayudaba a su hermano a encaramarse a una pared, pero luego Caco se iba y no lo ayudaba, o cada vez que su madre preguntaba por un favor, Caco sólo tenía que mirar de reojo a Quico para que él se ofreciera voluntariamente, pero con cero motivación en el tono de voz, sino más bien con el de alguien que se ve obligado por el miedo.
Estas situaciones se fueron agrandando con los años, y Caco cada vez tenía menos personalidad debido a que su hermano hablaba, actuaba y hacía todo por él, diciéndole que era un inútil y este, como es obvio, se lo creía y se dejaba dominar. Pero un día en la escuela, Caco se pasó del límite: la maestra estaba de cumpleaños, y llegó al salón de clases con una enorme caja de chocolates. Como es de suponer, y como cualquier niño de 7 años haría, Caco observó los chocolates durante toda la clase, ideando como obtener esa hermosa caja roja adornada con una cinta blanca y poder comer esos deliciosos bombones, sin prestar atención en lo más mínimo sobre lo que hablaba la profesora sobre letras, vocales y abecedarios.
Cuando llegó el receso, Caco se quedó más tiempo en la sala con la excusa de estar revisando su mochila, y cuando todos se fueron, menos la profesora y su hermano. Quico, adivinando las intenciones de Caco, no tardó en descubrir el significado de la mirada de su hermano, y enseguida se puso a llorar alegando que le dolía una muela y pidiendo a la profesora que lo llevara a la enfermería. Obviamente, la profesora salió rápidamente de la sala con Quico en los brazos, y Caco aprovechó la oportunidad para tomar los chocolates y meterlos en su mochila. Unos minutos después, tocó el timbre, y con eso entraron a la sala todos los niños, la profesora y Quico. Como les tocaba estudiar las plantas, la profesora decidió ir afuera, y como Quico supuestamente se sentía mal, lo dejó quedarse en la sala.
Viéndose solo, Quico quiso comprobar si su hermano había o no sacado los chocolates, y vio sin asombro que en la caja faltaba más de la mitad de los chocolates. Como era un niño muy honrado, fue hasta la mochila de su hermano y sacó todos los chocolates con la intención de devolverlos antes de que descubran a su hermano, pero para su mala suerte justo en el momento en que abría la caja para introducirlos, la profesora entró a la sala y lo descubrió. No podía entender este comportamiento de Quico, que siempre se mostró muy honrado y tranquilo, y por lo mismo le preguntó: - ¿Qué estas haciendo Quico? - A lo cual él respondió – Nada señorita, solo estoy devolviendo los chocolates a su caja. – Frente a esta obvia mentira, la profesora, muy triste, tuvo que castigarlo. Él juraba no haberlo hecho, pero ante la negativa de descubrir al culpable, la profesora no tuvo más remedio que castigarlo a él. Todos los niños le decían que era muy malo por haberle tratado de robar los bombones a la profesora que era muy buena y estaba de cumpleaños, todos menos una niña que siempre lo miraba y le dijo al oído cuando nadie los miraba – Yo te creo Quico, tu tienes cara de decir la verdad porque mi mamá siempre me ha ensañado a reconocer quienes la dicen. Tú me caes bien, pero siempre estás con tu hermano que es malo porque les tira piedras a los pájaros y mata los huevos de los nidos. – Pero nada de esto consolaba a Quico, que odiaba mentir pero le ganaba el miedo a su hermano.
Cuando llegó a su casa, lloró desconsoladamente porque nadie le creía. Su madre, que los conocía a ambos, y estaba muy extrañada de la situación, fue hasta la habitación de Caco a revisar su mochila, y descubrió lo que sospechaba: habían papeles de chocolates en la mochila. Como el que busca sabe donde buscar, lo llamó y le pidió que le mostrara sus dientes. Al hacerlo, los vio llenos de chocolate, en cambio los de Quico estaban totalmente blancos.
Al día siguiente, la madre fue donde la profesora a explicarle todo, castigaron severamente a Caco y Quico, que no podía más que sentirse aliviado, igual no sonrió por temor a que su hermano se enojara más aún con él. En el recreo, como estaba solo ya que su hermano estaba castigado, se le acercó la niña que le había creído, y le dijo – Buenos días, mi nombre es Amalia y creo que eres muy lindo. Siempre te he observado, y puedo ver en tus ojos que eres un niño bueno. Por eso me gustaría mucho que seamos amigos, pero no con tu hermano que te hace sufrir castigos por culpa suya. – Ante esto, Quico se quedó petrificado, porque no concebía la idea de jugar con otros niños que no fuera su hermano, pero desde el fondo de su corazón le agradecía a esa niña tan dulce por acercarse y darle la oportunidad.
Después de ese día, Quico aprendió a no hacer de cómplice en las mentiras de Caco y a no tenerle miedo, y pudo jugar con otros niños que eran como él.
III°C